Por Jacques Fontanille e Ivan Darrault-Harris
Traducción del francés: José García Contto
Nos gustaría rendir homenaje a Desiderio Blanco López, una de las figuras más representativas de la vida universitaria y cultural peruana, un hombre que ha construido su vida sobre los valores del humanismo, de la exigencia intelectual y devoción a las causas colectivas y sociales.
Desiderio Blanco, quien nació en Zamora (España) en 1929, nos ha dejado el 2 de julio último a los 93 años, en Lima, capital que devino centro importante, gracias a él, de investigaciones semióticas, en una asociación fielmente tejida con los investigadores de la Escuela Semiótica de París.
El recorrido biográfico de Desiderio Blanco no deja de sorprendernos, incluso si la persona en cuestión era bastante discreta sobre sus intimidades. Una indagación simple nos permite saber que sus padres querían llamarlo Giordano, pero el cura de su pueblo, en Santa María de la Vega, al norte de Valladolid en España, se negó a bautizarlo con el nombre de un filósofo hereje quemado bajo órdenes de la Inquisición: Giordano Bruno. Es así como le dieron el nombre de un santo que ilustra el día de su nacimiento, el 11 de febrero de 1929, el día de San Desiderio. Los dados estaban echados, la Iglesia lo tomaría a su cargo completamente, al menos en una primera parte de su vida: la de la formación intelectual con los padres Agustinos, durante 14 años. Con ellos Desiderio aprendió, entre otras cosas, matemáticas, literatura, filosofía y las artes. También fue la Iglesia la que cambió su vida, al enviarlo en 1956 a enseñar al Colegio Santa Rosa en Lima, Perú, al otro lado del mundo.
Desiderio confió a uno de nosotros que tuvo una revelación cuando vio por primera vez en su vida y con inmensa emoción, una película proyectada por los padres Agustinos. Desde entonces debió germinar en él una nueva vocación semiótica que lo conduciría a lo largo de su futura vida intelectual.
Fue en el Perú donde su vida cambiaría poco a poco, siempre en busca de nuevas experiencias intelectuales y artísticas. Ante todo fue importante el gusto por la música clásica que lo llevaría a conocer a una joven francesa, en 1965, la más tarde se convirtió en su esposa. Primer gran cambio: deja los hábitos y empieza su propia familia, la cual estuvo a su lado hasta sus últimos días. En ese entonces el deseo de perfeccionarse en el campo de la educación lo llevó a tomar clases en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima, a fines de los años sesenta, y allí descubre las ciencias sociales, la protesta y la extrema izquierda peruanas. Continuó en San Marcos hasta la redacción y presentación de su tesis, y luego enseñó ahí durante 20 años. Paralelamente, fue también profesor en la Universidad de Cajamarca, poco después de casarse. En 1972, comenzó como profesor en la Universidad de Lima. En los años 80 mientras también enseñaba en San Marcos jamás tuvo problemas con Sendero Luminoso. En esa época, bien afianzado y activo en dicha universidad adquiere el gusto por la acción cultural y social, la educación popular y la democratización de la cultura.
Su descubrimiento del cine es también curioso, porque él mismo admite: “Me interesé en el cine contra mi voluntad” (esta declaración parece contraria a la memoria evocada líneas arriba, aunque la vocación es un “vis a tergo” y la voluntad un “vis ab ante”). En efecto, su primer contacto con el cine se registra durante sus estudios con los Agustinos, en Valladolid, donde se le pidió que escribiera un guion de una película sobre San Agustín. Este trabajo lo obliga a leer Eisenstein y diversas obras sobre el cine. Pero, es en Perú que él desarrolla verdaderamente su gusto por el cine, y es en Lima donde con otros cíticos de cine fundó la revista Hablemos de Cine, la que según los especialistas, cambió profunda y duraderamente el panorama de la crítica cinematográfica peruana.
Su encuentro con la semiótica fue de lo más simple, o, en todo caso,de lo más habitual para un universitario de América Latina en los años setenta. En esa época venían de las capitales de América del Sur (y del mundo entero, incluso de Poitiers y de Limoges) muchos estudiantes y profresores a asistir al Seminario de Semiótica de Greimas en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS). Desiderio pasó un año en París, al momento de la preparación de su tesis. Pero la semiótica no sería mucho sin todos los otros ingredientes acumulados en su vida: la familia, lo social, la cultura popular, y el cine.
Desiderio llega a la Universidad de Lima en 1972. Esta institución fue la “otra” universidad, siendo San Marcos una universidad del estado, que era en esa época irreductiblemente “crítica y popular”, como se dice en Francia. La Universidad de Lima se construyó sobre la base de un proyecto tanto de especialización en unas pocas áreas de excelencia, como de profesionalización de varios sectores. Desiderio creó en esta universidad el dominio de la comunicación y fundó la Facultad de Comunicación, de la que fue decano durante 15 años. Poco después, se convirtió en vicerrector de la universidad, y luego en rector entre 1989 y 1994.
En 1993, mientras era rector en Lima, Desiderio Blanco recibió la Cruz del Mérito Civil por parte del rey Juan Carlos de España. En el año 2006, recibió la mención de Profesor Emérito de la Universidad de Lima. Parece extraño mencionar este título como un honor particular, ya que en Francia hace falta tener mucho demérito para no ser nombrado profesor emérito. Pero en Perú, el título de emérito se entrega en una ceremonia muy particular, con un discurso de presentación de un colega, discurso de confirmación del rector de la universidad, y una respuesta del beneficiario. Todo esto se edita en un documento oficial y se conserva en el Fondo Editorial de la Universidad de Lima.
A lo largo de esta carrera académica tan llena y cargada de responsabilidades importantes durante más de veinte años, Desiderio Blanco jamás cesó de escribir, de investigar, de producir y difundir en el dominio de la semiótica. Algunas muestras de su obra: en 1980, Metodología del análisis semiótico; en 1987, Imagen por imagen: teoría y crítica cinematográfica; en 1989, Claves para la semiótica de la comunicación y significación; en 2003, Semiótica del texto fílmico; y en 2009, Vigencia de la semiótica. La mayor parte de sus estudios concretos tratan sobre cine, y en particular sobre las grandes películas del cine de autor internacional: El año pasado en Marienbad, Muerte en Venecia, Ciudadano Kane. Los artículos de crítica cinematográfica son los que tiene en Hablemos de cine, y que ponen en valor la producción intelectual de América del Sur. Los estudios teóricos y metodológicos son todos inspirados por la semiótica greimasiana (generativa y estructural) o posgreimasianos (sociosemiótica, semiótica tensiva, semiofenomenología). Pero también podemos encontrar numerosos estudios sobre diferentes objetos, por ejemplo, como un retorno a sus orígenes, un estudio sobre el “rito de la misa”, práctica significante que iimplica al cuerpo sensible y le da un sentimiento de plenitud narrativa a través del tempo (ralenti), el ritmo, las repeticiones y los picos de intensidad emocional.
Quisiéramos llamar la atención sobre dos aspectos esenciales de esta obra. El primer aspecto es la agudeza para cuestionar las obras y la capacidad de proponer “buenas preguntas”, como él decía. Pero, en semiótica, las “buenas preguntas”, contrariamente a lo que se puede pensar, proceden siempre de una ingenuidad que confunde a quienes no la comparten. Esta ingenuidad propiamente semiótica hace pensar en aquella que Proust le presta al pintor Elstir en “A la sombra de las muchachas en flor”: el pintor, tuvo que despojarse de esa inteligencia consolidada que le hace ver las cosas como sabemos que deben ser, para finalmente poder verlas como se dan a ver, es decir, de una manera contraria.
Aquí algunas frases que proceden de esta ingenuidad inaugural, que pudimos apreciar en un estudio sobre Ciudadano Kane, el filme de Orson Welles: “Los espectadores son siempre sorprendidos cuando toman consciencia de que la música de acompañamiento en el cine no es escuchada ni oída por los personajes del filme”; aun más: “Solo los personajes de la historia no saben que su historia está siendo contada”.
La otra faceta de la obra de Desiderio Blanco es aquella de la comunicación social. La comunicación, en efecto, no se confunde con la significación: según una concepción heredada de los ingenieros, la comunicación trasmite alguna cosa que los códigos permiten enviar y recibir. Al contrario, la semiótica considera que la significación de aquello que pretendemos “transmitir”. Es una construcción compartida, una co-construcción que obedece a otras reglas sociales y no a aquellas de la codificación y de la transmisión / recepción. Es por esto que la cuestión de la comunicación social, tratada desde un punto de vista semiótico, ocupa ese lugar en la carrera de Desiderio Blanco: la semiótica le permite integrar los fenómenos de comunicación en el interior de una cultura y de una sociedad consideradas como construcciones colectivas, polémicas y colaborativas a la vez, de significaciones compartidas y discutidas.
La semiótica ha sido frecuentemente criticada, en particular en los países de América Latina, como (citamos a Desiderio Blanco) “saber esotérico”, “lenguaje cabalístico”, “paranoia formal”, “inmenso castillo de cristal” desconectada de las realidades sociales. La semiótica, sumergida en un baño de comunicación social, reencuentra las interacciones sociales, la resistencia de los objetos de análisis concretos, la fluidez de los cambios abiertos, inconclusos y en construcción. Como ejemplo del mejor reencuentro entre la perspectiva social y la perspectiva semiótica, Desiderio Blanco cita de un lado a Paolo Fabbri, quien supo cruzar la sociología y la semiótica; y de otro lado a Eric Landowski, promotor de la sociosemiótica en el mundo entero.
La contribución de Desiderio Blanco a la semiótica francófona y de inspiración greimasiana es, por tanto, excepcional, más allá de su obra personal: desde el año 2000 al 2009, él ha realizado y/o supervisado la traducción de 10 obras de semiótica en lengua española[1], editados por el Fondo Editorial de la Universidad de Lima. Entre estos figura: un libro de Herman Parret, tres libros de Eric Landowski, cuatro libros de Jacques Fontanille y tres de Claude Zilberberg, un libro de Jean-Claude Coquet, y un libro de Ivan Darrault-Harirs junto con Jean-Pierre Klein.
Cinco de estos libros fueron publicados previamente en francés por PULIM, en la colección de Actes Sémiotiques. Este trabajo de benedictino (y no de agustino) asegura a la semiótica francesa una influencia excepcional en todos los países de habla hispana. Y los efectos directos se hacen sentir hoy día, ya que en las tesis de cotutela que hemos dirigido con los colegas mexicanos y argentinos, aparecen citas a estas obras mencionadas que fueron tomadas bajo la referencia del Fondo Editorial de Lima.
La desaparición de Desiderio Blanco, quien fue nombrado doctor honoris causa en Limoges el mismo día que Paolo Fabbri, quien también nos ha dejado, es un lamentable signo del final de un período habitado por figuras brillantes y entrañables: Michel Arrivé, Per Aage Brandt, Claude Zilberberg. Pero este cierre esta felizmente acompañada de aperturas, que nos proponen preciosas perspectivas que unen recuerdos intensos y proyectos apasionantes.
[1] El trabajo de traducción de Desiderio Blanco es más extenso y llega hasta el 2018, con la publicación de Horizontes de la hipótesis tensiva de Claude Zilberberg. El total de obras de semiótica traducidas al castellano, entre libros y artículos, asciende a 29 trabajos.
Para citar este texto:
Jacques FONTANILLE et Ivan DARRAULT-HARRIS, « Hommage à Desiderio Blanco », Actes Sémiotiques [En ligne], 127, 2022, consultado el 17/07/2022, URL : https://www.unilim.fr/actes-semiotiques/7694